El día de hoy el viaje en tren el paisaje fue otro. Trayecto inamovible -como todo trayecto trazado por las líneas de la historia- pero miré por otra ventanilla. Sucede que hoy viajo mirando para adelante, cuando para mí el tren va para atrás: porque estoy mirando para este adelante. Entonces, pasillo. Miro por la ventana una realidad a distancia: distancia de mujer dormida en la ventanilla. Luego de Luján; nunca recordé su nombre pero miro y entiendo -imagino- cómo debería llamarse. Tiene mucha gente. Tres actos sguidos: personasn caminando casas un caballo tirando un carro con un hombre y una mujer casas y alambrados un hombre controlando un potrillito que levanta las dos patas delanteras y de nuevo casas y no supe si logró pegarle el animal una madre un bebé una fábrica con todo lo que implica pero no se ve un hombre una nena una señora empujando un cochecito calle y nada más que un cesto de basura con mucho más que nada alrededor.
Después no sé si pude seguir mirando para ese lado o si me desvié a la charla del grupo que está sentado delante de mí: no iba a dejarle la ropa lavada y planchada para que después la use con otra. Yo tampoco. Estaban en mi casa los dos -es fácil imaginar algo que uno ya vio durante veintiún años seguidos- y él estacionó la moto cross de esas altas en el patio de adelante, cerca del liquidambar. Era verde -la moto- y ella agarró un palo del garage y le partió el tanque de combustible. Tiene que cambiar el cuadro entero. La cagó y ella nunca había oído ni pelear a sus padres. Pensaba que el amor era simplemente la misma palabra.
Me alejo cada ratito un pco más de aquel lugar que no me vio andar en bici sino hasta los diez.
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